En esta entrada del blog, abordaré el tema de las ocho cualidades que, en mi opinión, debe tener un tutor ideal.
La primera de las cualidades es la capacidad de escucha, cualidad imprescindible para ser un buen comunicador. Para comprender el mensaje que otro nos transmite hay que realizar una escucha activa e inteligente. Es decir, hacer saber a la otra persona que se está escuchando y que entendemos lo que dice y lo que no se dice.
La segunda de las
cualidades es la habilidad de comunicación escrita. Cuando se escribe un
correo, se participa en un chat o se interviene en un foro se pierde la
comunicación no verbal. Esta nos ayuda a interpretar o captar el significado de
los mensajes. Por otra parte, si además la comunicación no tiene lugar en el
mismo momento, es asíncrona, perdemos las posibilidades de hacer aclaraciones
al receptor en el momento en que recibe el mensaje. En consecuencia, hay que
ser especialmente cuidadosos en nuestra redacción. Tenemos que pensar y
repensar los mensajes antes de publicarlos, tenemos que decir exactamente lo
que queremos decir y de buen modo. Si es necesario podemos hacer uso de
emoticonos para reforzar nuestros sentimientos, pero sin llegar a abusar de
ellos.
La tercera
cualidad es la capacidad de empatía. Un tutor debe tener una
mentalidad abierta y capacidad para colocarse al mismo nivel que los alumnos.
De este modo, puede ponerse en la situación del alumno y comprenderlo mejor,
aportándole la ayuda que necesite.
La cuarta cualidad
es la capacidad de aceptación/comprensión. Un tutor no sólo debe aceptar
las opiniones y críticas del alumno, sino también comprenderlas. Mantener la
comunicación siempre con respeto y atención. Una postura excesivamente crítica
destruye la cordialidad y la cercanía y cierra el camino a futuras
comunicaciones.
La quinta cualidad
es la cordialidad y amabilidad. Esta es el punto de partida para crear una
relación positiva a distancia. El tutor debe tener la habilidad para lograr que
el alumno se sienta respetado y bien tratado en todo momento.
La sexta cualidad es
la honradez. Un tutor no debe despertar falsas expectativas en el alumno
ni exagerar las maravillas del curso que va a realizar o está cursando.
La séptima cualidad
es la accesibilidad permanente. Un tutor debe estar accesible a sus
alumnos, dando respuesta efectiva, si es posible rápida. Eso no quiere decir
que tenga que estar a su servicio, sino que los alumnos deben saber cómo y
cuándo pueden localizar a su tutor si lo necesitan.
La octava y última
cualidad es la flexibilidad. Un tutor debe tener la capacidad de adaptarse
a las necesidades y circunstancias de cada alumno y de negociar ciertos
aspectos del curso o de las actividades. Ser flexible no significa dejarse
llevar y ser condescendientes con todo y con todos. De ahí, que esta cualidad
del tutor pueda verse como un arma de doble filo, en el sentido de que algún
alumno pueda sentirse tratado injustamente con respecto a alguna concesión dada
a alguno de sus compañeros.
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